“Estoy en las salinas. Rebanadas de agua que se tuestan al sol”

escribió el poeta Pedro García Cabrera.

En el Archipiélago llegaron a existir hasta 60 salinas, mayoritariamente en las islas orientales, de las que a día de hoy perviven unas pocas que se encuentran protegidas por su interés arquitectónico, declaradas Bien de Interés Cultural (BIC), o por su condición de Espacio Natural.

La Sal

Se trata de las Salinas de Fuencaliente en La Palma; Bufadero en Bañaderos, Arucas, Gran Canaria; Bocacangrejo, de la Florida y de Arinaga en Agüimes, Gran Canaria; de Tenefé en Pozo Izquierdo, Santa Lucía, Gran Canaria; del Carmen en Antigua, Fuerteventura más las de Los Agujeros en Teguise y de Janubio en Yaiza, ambas en Lanzarote.

Desde antiguo la sal fue un producto empleado en la industria y también utilizado en el ámbito doméstico, no sólo relacionado con el consumo directo como sazonador de alimentos, sino fundamentalmente para la preservación de carnes y pescados. De hecho, en Canarias era prácticamente el único medio que existía para conservarlos.

Se sabe que los aborígenes isleños ya utilizaban la sal que obtenían de los charcos formados por las mareas donde la evaporación dejaba depósitos en las rocas y que fue con la conquista castellana, a partir del siglo XVI, cuando se implantó la cultura salinera que se fue desarrollando en las centurias siguientes.

Su declive comienza en la década de los años sesenta del pasado siglo, una decadencia que no solo se explica por la pérdida del banco pesquero canario-sahariano, sino por factores como el cambio del modelo económico del sector primario al turístico, al colisionar los intereses urbanizadores de la costa con el espacio ocupado por las salinas, la pérdida de mano de obra y la competencia de la sal importada.

Actualmente, la extracción salinera en Canarias se realiza de forma artesanal y con muy poco volumen de producción, una actividad orientada a ofrecer un valor añadido desde originales variedades aromatizadas y especiadas (flor de sal, escamas de sal), además de un atractivo etnográfico ligado a la experiencia turística a través de museos, tiendas, espacios visitables y gastronomía.

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