TEXTO: Mónica Novas
PSICÓLOGA Sexóloga y Creadora Gastronómica
El mandil, faldar o delantal, dentro y fuera de la cocina, condiciona o predispone para el placer. Sobre el simbolismo gastrosexual del mandil hablaré en este artículo que nos adentrará en las diversas funciones, utilidades y sensaciones que nos puede deparar el simple gesto de ponerse un delantal.
No debemos relacionar simplemente al mandil con la utilidad básica para la que ha sido concebido, que es su función higiénica, sino como un símbolo que des- de siempre hemos relacionado con una satisfacción de nuestras necesidades y en muchas ocasiones con el placer de comer, beber, degustar, paladear, compartir una buena conversación, excitar- se ante nuevos sabores y experiencias en la mesa.
Teniendo en cuenta que al delantal lo podemos ver como un preliminar para el placer, este trozo de tela, aunque pueda tener diversos diseños más o menos insinuantes, más o menos grandes, siempre nos invita a pensar que la persona que se pone el delantal desea provocarnos placer, que se está preparando para satisfacer alguna de nuestras necesidades.
Este delantal puede ser para nosotros un simple y funcional trozo de tela o, dependiendo de la situación, nos puede indicar que la persona que se lo pone para nosotros quiere empezar a proporcionarnos placer, a estimular nuestros sentidos, a invitarnos a descubrir nuevos sabores que desconocemos o reme- morar sabores que anhelamos volver a saborear hace mucho tiempo.
No debemos considerar al delantal como una imposición para la cocina o una simple cuestión de higiene. Desde nuestra infancia un mandil ha significado en la mayoría de las veces placer culinario, nuevos descubrimientos, nuevas sensaciones.
Llegada una edad madura hemos aprendido en algunas ocasiones a relajarnos ante la expectativa de una placentera comida; todas estas relaciones de placer positivas y de estimulación relajante rodeados de un lugar agradable y una buena compañía hace que queramos alargar ese placer gastronómico que nos ha proporcionado esa persona con delantal con cualquier otra práctica que nos siga provocando placer, emociones y sensaciones más allá de la gastronomía.
Podemos relacionar directamente este simbolismo del delantal con unos preliminares sexuales, una preparación para las fases del orgasmo y uno de los caminos hacia el clímax.
Toda relación sexual requiere de una previa relajación y un comienzo con estímulos positivos. Podríamos darle por tanto al delantal una función de estímulo positivo en los preliminares hacia el clímax.
Los pequeños placeres que nos incitan a comenzar una relación sexual siempre estarán relacionados con estímulos que a cada uno de nosotros nos han parecido o hemos experimentado como placenteros.
No debemos considerar al delantal como una imposición para la cocina o una simple cuestión de higiene. Desde nuestra infancia un mandil ha significa- do en la mayoría de las veces placer culinario, nuevos descubrimientos, nuevas sensaciones.
Llegada una edad madura hemos aprendido en algunas ocasiones a relajarnos ante la expectativa de una placentera comida; todas estas relaciones de placer positivas y de estimulación relajante rodeados de un lugar agradable y una buena compañía hace que queramos alargar ese placer gastronómico que nos ha proporcionado esa persona con delantal con cualquier otra práctica que nos siga provocando placer, emociones y sensaciones más allá de la gastronomía.
Podemos relacionar directamente este simbolismo del delantal con unos preliminares sexuales, una preparación para las fases del orgasmo y uno de los caminos hacia el clímax.
Toda relación sexual requiere de una previa relajación y un comienzo con estímulos positivos. Podríamos darle por tanto al delantal una función de estímulo positivo en los preliminares hacia el clímax.
Los pequeños placeres que nos incitan a comenzar una relación sexual siempre estarán relacionados con estímulos que a cada uno de nosotros nos han parecido o hemos experimentado como placenteros.
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