Croacia, un país que emerge entre las aguas cristalinas del Adriático y los paisajes montañosos de los Balcanes, se presenta ante el viajero como un lugar donde cada rincón esconde una historia, un aroma, un sabor que no solo se disfruta, sino que se vive.

Su riqueza cultural y natural, que va desde las históricas murallas de Dubrovnik hasta los tranquilos campos de viñedos de Istria, invita a una una experiencia que va más allá de lo visual. Aquí, la gastronomía no es solo un conjunto de platos; es el reflejo de una identidad compartida, de siglos de convivencia, de mar y tierra, de influencias italianas, austrohúngaras y mediterráneas. Cada bocado cuenta una historia, y cada plato, una tradición que perdura en el tiempo. En este artículo, les invito a seguirme en un viaje a través de Croacia, descubriendo sus sabores, sus colores y, sobre todo, sus gentes.

Dubrovnik: Donde el mar y la historia se encuentran

Imagina llegar a Dubrovnik, la ciudad que parece estar suspendida en el tiempo. Sus murallas, que han resistido guerras, invasiones y el paso de los siglos, envuelven un casco antiguo de calles empedradas y edificios de piedra que susurran historias de épocas pasadas. Pero no es solo la historia lo que captura la esencia de Dubrovnik. Al caminar por sus callejones, el aroma a mar, a sal y a hierbas frescas se mezcla con el bullicio de los restaurantes y las tabernas locales.

Fue en uno de estos restaurantes, con vistas al Adriático, donde conocimos a Luka, un pescador local cuya familia lleva generaciones en la ciudad. Nos contó cómo cada mañana sale al mar en su bote, a menudo acompañado de su hijo, para traer a la mesa del restaurante lo mejor de lo que el mar ofrece: pescado fresco, mariscos y, sobre todo, la famosa langosta de Dubrovnik, que es un manjar con un sabor único.

Ese día, bajo el sol brillante de la costa, pudimos degustar una langosta a la parrilla acompañada de aceite de oliva local, que es otra de las joyas de la región. Mientras saboreábamos cada bocado, Luka compartía con nosotros la receta que se transmite de generación en generación: solo unos minutos sobre las brasas, un toque de ajo, perejil y limón, y el mar se convierte en un plato sencillo pero sublime. Como si cada ingrediente fuera una metáfora de la vida en Dubrovnik: simple, pero llena de profundidad.

Split: La ciudad donde la historia romana se encuentra con la modernidad

Continuamos nuestro viaje hacia Split, la ciudad que, a pesar de su tamaño y su creciente modernidad, sigue siendo un testimonio vivo de la grandeza del Imperio Romano. El Palacio de Diocleciano, en el corazón de la ciudad, forma parte de la vida cotidiana de los locales, que habitan en los mismos espacios que fueron construidos hace más de 1.700 años. En sus pasadizos, el bullicio de los mercados se mezcla con el susurro de los recuerdos de tiempos lejanos.

Fue en uno de los restaurantes cercanos al puerto, un local familiar que lleva generaciones preparando la comida tradicional dálmata, donde conocimos a Marija, una mujer de carácter fuerte y sonrisa franca que lleva el restaurante en honor a su madre. Marija nos recibió con una copa de «Plavac Mali», el vino tinto autóctono que se cultiva en las colinas cercanas, y nos invitó a probar el «peka», uno de los platos más representativos de la región. La «peka» es un guiso cocinado lentamente en un horno de hierro bajo brasas, que suele llevar carne de cordero o mariscos, acompañados de patatas y verduras. Mientras se cocinaba en la terraza del restaurante, Marija nos relató cómo este plato ha sido el centro de las reuniones familiares durante generaciones, cómo sus abuelos lo preparaban para las grandes celebraciones. Cada ingrediente, desde la carne hasta las hierbas aromáticas, es seleccionado con cuidado, y cada plato lleva consigo la tradición y el amor por la tierra.

Istria: El reino de las trufas

Tras haber explorado la costa, nos adentramos en el interior del país, hacia la región de Istria, famosa no solo por su belleza natural, sino por ser el hogar de las trufas más exquisitas del mundo. Es en Motovun, un pequeño pueblo medieval enclavado en las colinas, donde la historia y el sabor de la trufa alcanzan su máximo esplendor. Aquí, nos encontramos con Ivana, una mujer que lleva años recolectando trufas con su perro, un hábil trufero de pelaje blanco. Ivana nos explicó cómo la temporada de trufas es una de las más esperadas en la región. Cada año, durante el otoño, recorre los bosques buscando el preciado manjar que luego será el protagonista de los platos más sofisticados.

En su casa, Ivana nos preparó una pasta fresca, «fuži», que tradicionalmente se sirve con salsa de trufas. Mientras la saboreábamos, pudimos sentir cómo el sabor terroso de la trufa se fundía con la suavidad de la pasta, creando una armonía de sabores que reflejaba la esencia de Istria: una tierra rica en historia, cultura y sabores profundos. Para Ivana, la trufa es una tradición, una conexión con la naturaleza y con su familia, que ha trabajado la tierra durante generaciones.

Zagreb: La capital gastronómica

Al llegar a Zagreb, la capital de Croacia, te das cuenta de que la ciudad, aunque moderna, no ha perdido sus raíces gastronómicas. En un pequeño bistró en el centro, conocimos a Nikola, un joven chef que había regresado a su ciudad natal tras estudiar en algunas de las cocinas más reconocidas de Europa. Nikola nos explicó que su filosofía era rescatar los sabores tradicionales de Croacia, pero con un enfoque contemporáneo. Fue él quien nos presentó el «štrukli», una especie de empanada rellena de queso fresco que se cocina al horno o se hierve, dependiendo de la región.

Cada bocado de este plato te transporta a las montañas de Eslavonia, donde se cultivan los productos que componen la base de la gastronomía de Zagreb: el queso fresco, la miel, las hierbas aromáticas, y la carne de cerdo, que se sirve con una salsa de ciruelas o una guarnición de verduras locales. Nikola representa una historia de renovación y respeto por las tradiciones de su tierra, un testimonio del amor por su cultura y su cocina.

El alma líquida de Croacia: vinos y aceites de oliva

Croacia es también cuna de vinos y aceites de oliva excepcionales. En la región vinícola de Dalmacia, el sol y el mar impregnan cada racimo de uva, creando vinos de carácter inconfundible. En una bodega familiar en la isla de Hvar, tuvimos el placer de probar el «Pošip», un vino blanco que captura la esencia del sol mediterráneo. Durante la cata, Ivana, la sommelier, explica cómo cada botella cuenta la historia de la isla: los suelos rocosos, el viento salino y la dedicación de los viticultores que han trabajado estas tierras durante siglos.

En las colinas de Istria, el aceite de oliva es otro de los tesoros que Croacia ofrece al mundo. Los olivos, que crecen en terrazas a lo largo de la costa, producen aceites frutados y delicados, que se utilizan tanto en platos tradicionales como en nuevas creaciones culinarias. El aceite de oliva no solo es un acompañante perfecto para los platos locales, sino que es un símbolo de la conexión de Croacia con su tierra, una tierra que da frutos generosos y sabores profundos.

Croacia, una experiencia para los sentidos

Croacia no es solo un destino turístico, es un viaje a través de la historia, la naturaleza y los sabores de un país que ha sabido mantener vivas sus tradiciones mientras avanza hacia el futuro. Cada plato, cada vino, cada aceite de oliva cuenta una historia, una anécdota que se transmite de generación en generación. Y es que en Croacia, la gastronomía es un reflejo de la vida misma, una forma de conectarse con la tierra, el mar y las personas que lo habitan. En cada bocado, en cada sorbo, se puede sentir el alma de Croacia, un país que invita a ser vivido y saboreado.

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