Recordar una primera experiencia vinícola es tan potente como el recuerdo de un primer beso. Desde ese momento romántico te vas a enganchar a la idea de que una copa de vino, incluso de las normales, va unida a la seducción.
A lo largo de los años he descubierto que cada vino tiene su propia voz, al igual que cada vinicultor. Los vinos hablan sí se les escucha con atención, pero los viticultores rara vez tienen una plataforma para dar voz a sus visiones.
Detrás de una botella de vino… están Vinicultores
El primer requisito de un buen vinicultor es el conocimiento práctico y teórico. Fuera de eso, el enólogo… debe entender el vino, saber realmente escuchar. Al igual que un artista que trabaja con un lienzo y pinturas, o un director de orquesta que trabaja con una partitura y una orquesta; los enólogos trabajan con una paleta de uvas, disponiendo cientos de opciones discretas mientras buscan alcanzar sus propias visiones personales.
Los vinicultores hablan con muchas voces para personalizar el proceso y poner de relieve sus luchas y sus objetivos. Reconocen los peligros de la vida agrícola, los costes financieros y las tensiones de la comercialización.
Para muchos, sus palabras fluyen tan fácilmente como el vino de una botella descorchada. A otros les costó un poco de esfuerzo.
Reciben muchos nombres: vinicultores, viticultores o enólogos. Algunos son recién llegados que se lanzan a una aventura inexperta, encantados por el caché de un negocio difícil que abarca tanto el arte como la artesanía.
Los vinicultores son audaces alquimistas modernos en busca de nuevos avances y tecnologías para transmutar la uva en el vino. Disfrutan de un trabajo con pocos momentos de aburrimiento. Esperan con impaciencia cada nueva temporada y disfrutan de un compromiso durante todo el año para superar los caprichos de la naturaleza.
La felicidad de un vinicultor comienza con una gran cosecha de uvas bien portadas que mantienen su potencial desde la cepa hasta la botella. Cuando todos los elementos positivos se combinan para producir azúcares, ácidos y taninos en las proporciones y cantidades adecuadas en las uvas. Una combinación perfecta de acontecimientos es un evento raro, algo que hay que desear con devoción. Con demasiada frecuencia, los desafíos de las vides caprichosas y los aspectos negativos del terruño desbaratan sus mejores planes.
Cada terroir aporta retos especiales como amigo fiel o caprichoso del vinicultor. Hay quienes sostienen que el terroir es el único factor absoluto del vino, pero la habilidad del vinicultor controla la naturaleza en pos de una tarea esquiva. El autor sostiene que la perspectiva y las habilidades personales de un vinicultor son las fuerzas más poderosas para aprovechar el comportamiento impredecible de la naturaleza y para gestionar todos los demás factores del terruño que influyen en la cosecha de cada temporada.
Existe una relación simbiótica entre las vides, las uvas, la naturaleza y los vinicultores, pero es la mano humana quien toma el control final con negociaciones, paso a paso. Con cientos de decisiones cuidadosas para metamorfosear las uvas en vino. Al fin y al cabo, las uvas no se meten solas en una botella.
El mejor de los mundos posibles ocurre cuando la naturaleza y el talento se alían para producir una gran cosecha de uvas y un vinicultor puede acariciar, masajear y convertir esas uvas en un buen vino.
Me gusta pensar que el vino es la voz de su creador y que, al final, un tándem perfecto entre el vinicultor y la naturaleza hace que él vino de canarias cante.
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